Hoy, lunes 12 de setiembre, se conmemoran 30 años de la captura del cabecilla de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán Reinoso, y con ello el inicio del proceso de pacificación del país, gracias a la labor profesional del Gein, grupo élite de la Policía Nacional del Perú.
Ese Perú de hace tres décadas se estaba desangrando. Sin metáforas. Era un río rojizo. Una escalada de violencia que el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (SL) había comenzado en 1980.
Basta graficar que solo en 1991 este grupo terrorista había cometido más de 900 atentados que cobraron la vida de 400 personas y al año siguiente, 1992, otras 350 personas fueron asesinadas en una cifra similar de hechos de violencia, por la insania terrorista.
El 5 de marzo de 1990, en el corazón de la Dirección contra el Terrorismo (Dircote), se creó el Grupo Especial de Inteligencia (Gein) y el mayor Benedicto Jiménez Bacca fue designado su jefe.
Doce operaciones
En su libro Memorias de un policía (editado en el 2021), el general Marco Miyashiro, uno de los hombres que participó en la “operación Victoria”, señala que 12 “operaciones de inteligencia policías efectuadas por el Gein, que posibilitaron el inicio de la pacificación del Perú”, fueron duros golpes tanto para SL como para el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA).
La primera de ellas, la llamada “operación ISA”, que se inició el 1° de junio de 1980, permitió ubicar la primera casa en Lima donde había vivido Abimael Guzmán Reinoso (1934-2021). “Los resultados de esta operación demostraron que la metodología de la inteligencia operativa policial era adecuada”, dice Miyashiro.
La sexta operación del Gein, que se ejecutó el 22 de junio de 1991, posibilitó “la neutralización del aparato partidario Socorro Popular del Perú”, un órgano de fachada de SL. Y así. La undécima es “Victoria”, operación llamada también “La captura del siglo”, y empezó a ejecutarse el 12 de setiembre de 1992, permitió la caída de Guzmán, quien se ocultaba en una casa de dos pisos, en el número 459 de la Calle 1, de la urbanización Los Sauces, en el distrito de Surquillo.
La casa y “El Palomar”
Una vivienda clasemediera que, supuestamente, solo ocupaban la bailarina Maritza Garrido Lecca y su pareja, Carlos Incháustegui, desde mayo. Ella impartía clases de danza. Era la fachada perfecta.
Los agentes del Gein desde “El Palomar”, una vivienda cercana, hacían la Observación, Vigilancia y Seguimiento (Ovise). Identificaron a los sospechosos como “Lola” y “Lolo”, respectivamente.
En clave, también, se referían a Guzmán como “El Cachetón”. Este trabajo de inteligencia policial no conocía horarios, e implicaba hasta 18 horas de labor. A veces sin alimentos y por un sueldo irrisorio.
Años después, el coronel Rubén Zúñiga Carpio, quien fue parte del equipo encargado del análisis del material recolectado, me contaría: “La basura (recolectada de la casa de Garrido Lecca), tiene su propio lenguaje y nos ayudó un montón”.
Ese equipo trabajó con un banco de muestras y apoyados en la criminalística. Además de la casa de Los Sauces, investigaba paralelamente otras diez viviendas más en toda Lima.
“Cada uno de los 82 cumplimos un rol muy importante desde el ámbito que nos encomendaban”, me diría “La Morocha”, Elena Vadillo Carrillo, quien con Cecilia Garzón fueron las dos únicas mujeres que integraron este grupo élite de la Policía.
“Cachetón” escurridizo
El paradero de Guzmán había sido muy difícil de ubicar. En Abimael. El sendero del terror (2021), el periodista Umberto Jara explica que el camarada Gonzalo “nunca habitó un escondite por mucho tiempo y para ello se valió de una logística compuesta por fieles mujeres (…) y en especial una exmonja de ascendencia británica, Nelly Evans Risco, encargada de las finanzas y del alquiler de los inmuebles sin dejar rastro de sospecha por su condición monacal y porque firmaba los contratos con un pasaporte inglés”.
A este dato sumemos que lo que la policía conocía de Guzmán era solo una vieja foto de 1979. Por ello, fue muy importante las cintas que halló la policía en diciembre de 1991, en una casa de Santa Catalina, donde en unas cintas de video se ve al líder terrorista bailando “Zorba, el griego”.
Todo el tiempo, Guzmán estuvo en Lima moviendo los hilos del terror. Solo cuatro días antes de la captura, toda Lima había quedado en tinieblas, cuando SL dinamitó varias torres de electricidad. Como afirma Miyashiro, fue gracias a un destello en el segundo piso de la vivienda vigilada, que se confirmó que había otras personas que habitaban en esa casa.
Minutos después de las ocho de la noche, de ese sábado 12 de setiembre de 1992, un cuerpo élite de la policía antisubversiva ingresó a esa vivienda surquillana: y dio con Guzmán Reinoso, el “presidente Gonzalo”.
Los agentes “Ardilla” y “Gaviota”, que aparentaban ser una pareja y tomaban una gaseosa en una tienda aledaña, aprovecharon la salida del tío de la bailarina, el compositor Celso Garrido Lecca, y su pareja, Patricia Awapara, quienes habían ido de visita. Era un momento irrepetible e ingresaron a la vivienda usando la fuerza. Miyashiro manifiesta que 15 agentes del Gein participaron de esta operación.
Cuando se confirmó la identidad de Guzmán, se escuchó “positivo para el Cachetón”. Y luego, por radio, se escucharía, “¡Bingo, bingo, tenemos al Cachetón!”. Todo sucedía en el segundo piso de esa casa. La operación había dado sus frutos. Los peruanos podrían dormir tranquilos.
La noticia
Quienes vivieron esos momentos, recuerdan que la programación del sábado por la noche, después de las diez de la noche, se interrumpió por los “flashs” informativos que daban cuenta de la caída del cabecilla terrorista. La televisión y la radio proporcionaban detalles de los hechos.
Eran tiempos de teléfonos públicos que funcionaban con fichas rin: y la gente llamaba a sus familiares y amistades para comunicar la buena nueva. La gente saldría a la calle y lloraría de alegría.
Dos días después, el lunes 14 de setiembre, todos los diarios de América Latina daban cuenta de la captura del líder terrorista, quien había utilizado coches-bomba, niñosbomba, triciclos-bomba, atentados a comunidades, locales diversos, comisarías y torres de alta tensión.
De acuerdo con Carlos Paredes, autor del libro La hora final (2017), antes que el presidente Fujimori o su oscuro asesor Vladimiro Montesinos, el primero en enterarse de la captura de Guzmán y Elena Iparraguirre, fue el mandatario norteamericano, George Bush padre, pues la Central de Inteligencia Americana (CIA) contaba en la oficina de Benedicto Jiménez con un oficial de enlace, que lo mantuvo informado de la operación.
Díez días después, Guzmán fue presentado a la prensa en una celda en la Prefectura de Lima. Llevaba el número 1509, un traje a rayas y la mácula de miles de muertes.
Fuente: Andina