Un día como hoy en 1955 el mundo despidió a una de las mentes más brillantes de la historia: Albert Einstein.
El científico más conocido de la historia murió a los 76 años, dejando grandes aportes en la física, matemática, sin numero de conocimiento y teorías que aún hoy son objeto de estudios e interminables debates.
Einstein recibió el Premio Nobel de Física en el año 1921 por sus aportes a la física teórica y, especialmente, por el descubrimiento de la ley del efecto fotoeléctrico.
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Según una publicación realizada en el portal de History, Albert Einstein experimentó una hemorragia interna causada por la ruptura de un aneurisma de la aorta abdominal, que anteriormente había sido reforzada quirúrgicamente por el Dr. Rudolph Nissen en 1948.
Einstein rechazó la cirugía, diciendo: «Quiero irme cuando quiero. Es de mal gusto prolongar artificialmente la vida. He hecho mi parte, es hora de irse. Yo lo haré con elegancia.»
Murió en el Hospital de Princeton a primera hora del 18 de abril de 1955. En la mesilla quedaba el borrador del discurso frente a millones de israelitas por el séptimo aniversario de la independencia de Israel que jamás llegaría a pronunciar, y que empezaba así: «Hoy les hablo no como ciudadano estadounidense, ni tampoco como judío, sino como ser humano».
Einstein no quiso tener un funeral rutilante, con la asistencia de dignatarios de todo el mundo. De acuerdo a su deseo, su cuerpo fue incinerado en la misma tarde, antes de que la mayor parte del mundo se enterara de la noticia. En el crematorio solo hubo 12 personas, de los cuales estuvo su hijo mayor. Sus cenizas fueron esparcidas en el río Delaware a fin de que el lugar de sus restos no se convirtiera en objeto de mórbida veneración. Pero hubo una parte de su cuerpo que no se quemó.
Durante la autopsia, el patólogo del hospital, Thomas Stoltz Harvey extrajo el cerebro de Einstein para conservarlo, sin el permiso de su familia, con la esperanza de que la neurociencia del futuro fuera capaz de descubrir lo que hizo a Einstein ser tan inteligente.
Lo conservó durante varias décadas hasta que finalmente lo devolvió a los laboratorios de Princeton cuando tenía más de ochenta años. Pensaba que el cerebro de Einstein «le revelaría los secretos de su genialidad y que así se haría famoso.»
Hasta ahora, el único dato científico medianamente interesante obtenido del estudio del cerebro es que una parte de él (la parte que, entre otras cosas, está relacionada con la capacidad matemática) era más grande que la misma parte en otros cerebros.