Francia conquistó su segunda Copa del Mundo al vencer el domingo 4-2 a Croacia en una final exuberante en goles, la aplicación del videoarbitraje y una invasión de cancha.
Redacción
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Más efectiva al acechar en el ataque que con abundancia de juego vistoso, los goles de Kylian Mbappé, Paul Pogba, Antoine Griezmann y el tanto en propia puerta de Mario Mandzukic sellaron el triunfo de Les Bleus en Moscú.
Mandzukic e Ivan Perisic fueron los autores de los goles de Croacia, la nación más pequeña en población en disputar la final de un Mundial desde la consagración de Uruguay en Brasil 1950.
En su primera final en la máxima cita del fútbol, los croatas ejercieron un claro dominio ante un adversario que fue más calculador y prefirió esperar.
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Francia se adelantó con el autogol de Mandzukic a los 18 tras desviar a su propia puerta un tiro libre cobrado por Griezmann, pero Perisic lo empató diez minutos después con un zurdazo.
A los 38, Griezmann restableció la ventaja francesa con un penal que fue señalado tras el primer uso del VAR en una final mundialista.
Luego que el arquero francés Hugo Lloris salvó a su equipo al manotear afuera un disparo de Ante Rebic tras el regreso del descanso, Les Bleus dieron los zarpazos finales mediantes las brillantes definiciones de Pogba y Mbappé, su ascendente estrella juvenil de 19 años, a los 59 y 65.
Poco antes, a los 52, cuatro personas irrumpieron en la cancha del estadio Luzhniki e interrumpieron la final. Pussy Riot, el grupo de activistas y música punk de Rusia, Pussy Riot, se atribuyó la responsabilidad por el incidente. Las cuatro personas ingresaron a la cancha de manera simultánea, ataviadas con lo que parecían uniformes policiales antiguos, y fueron derribadas por personal de seguridad.
Croacia encontró el descuento a los 69 mediante un garrafal error de Lloris en un intento de despeje y Mandzukic capitalizó.
Francia supo regular el resto del trámite para coronarse tras el sinsabor de perder la final de 2006 ante Italia, definida por penales y recordada más por la expulsión de Zidane tras darle un cabezazo a Marco Materazzi.
Ordenada, pragmática y, sobre todo, depredadora, Francia fue justa campeona con una talentosa generación de futbolistas — un plantel tasado sobre los 1.000 millones de dólares.
Fue el resultado previsible e inevitable para un Mundial que sin embargo se había caracterizado todo el último mes por los inesperados fiascos de las grandes potencias como Alemania, Argentina y España.
Fuente: El Comercio