La mañana de hoy, ante una gran cantidad de fieles reunidos. Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, S.C.V., Arzobispo Metropolitano de Piura presidió la Santa Misa en la Basílica Catedral de nuestra ciudad, al celebrarse la Fiesta de la Epifanía del Señor o Pascua de los Reyes Magos.
Redacción
prensa@noticiaspiura30.com
Al iniciar su homilía nuestro Pastor reflexionó en torno al significado de esta importante fiesta: “Hoy celebramos la fiesta de la Epifanía del Señor Jesús (ver Mt 2, 1-11), es decir de su manifestación como Salvador de todos los pueblos de la tierra en la persona de los Reyes Magos venidos de Oriente. Este es uno de los aspectos más maravillosos del misterio de la Navidad: Su carácter universal.
“Los protagonistas de esta fiesta -continuó Monseñor Eguren- son unos sabios o magos que vienen de lejos. Ellos sabían mirar, es decir sabían alzar su mirada al cielo, y por eso descubren la estrella y lo que ella anuncia: El nacimiento del Salvador. A diferencia de los Reyes Magos, y a semejanza de ayer, hoy en día la mayoría de las personas viven mirando al suelo, y se contentan con las cosas de aquí abajo: Con un poco de salud, de dinero y de diversión.
| LEER MÁS >>> Monseñor Eguren celebró la Navidad con más de 200 familias de migrantes venezolanos
“Pero los Reyes Magos nos enseñan también a saber caminar. Como bien nos lo recuerda el Papa Francisco: «La estrella nos invita a ponernos en camino, y nos muestra que Jesús se deja encontrar por quien lo busca, pero para buscarlo hay que moverse, salir. No esperar, hay que arriesgar. No hay que quedarse quieto; hay que avanzar.
“Finalmente el misterio de Epifanía nos enseña a saber adorar: «Cuando entraron en la casa, vieron al Niño con su Madre María y, postrándose ante él, lo adoraron. Luego, abrieron sus tesoros y le ofrecieron oro, incienso y mirra» (Mt 2, 11). Como bien decía el escritor católico inglés, Gilbert Chesterton: «Nunca es más grande el hombre que cuando está de rodillas delante de Dios». Por eso, así como los Magos, pongámonos hoy de rodillas para adorar al Niño Jesús ofreciéndole el homenaje de nuestra fe, la entrega de nuestra propia existencia. Entreguémosle el oro de nuestra libertad, el incienso de nuestra oración y fe, y la mirra de los afectos más nobles y puros de nuestro corazón”.