Esta mañana, en el atrio de la Basílica Catedral de Piura, gran cantidad de fieles, entre ellos muchos jóvenes y familias, se congregaron para participar de la Santa Misa de Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, presidida por nuestro Arzobispo Monseñor José Antonio Eguren Anselmi, con la cual se inician las celebraciones de la Semana Santa.
Al inicio de la misma Monseñor Eguren bendijo los ramos de todos los fieles presentes, para luego dirigirse en procesional hacia el estrado principal mientras todos agitaban sus palmas y ramos, conmemorando así la entrada triunfal del Señor Jesús en Jerusalén.
En su homilía, nuestro Pastor destacó que: “Hoy celebramos el Domingo de Ramos que conmemora la entrada triunfal del Señor Jesús a la ciudad santa de Jerusalén. De esta manera iniciamos las celebraciones de Semana Santa donde acompañaremos a Jesús en su entrega, por amor a nosotros, en la Cruz y donde seremos testigos, por la fe y el misterio de la Eucaristía, de su gloriosa Resurrección. En estos días santos somos invitados a abrirle nuestro corazón al Señor, y a dejarnos acariciar por el amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, quien por amor a nosotros padece, muere y resucita glorioso. Jesús no se cansa de amarnos. No le cerremos el corazón. Más bien, dejémonos amar por Él, para que así, tocados y transformados por su amor, seamos capaces de amar, ya que el hombre no puede encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”.
En otro momento, Monseñor Eguren destacó que: “Jesús, no sólo entra hoy a Jerusalén, sino que también entra a cada una de nuestras ciudades, caseríos, centros poblados, familias, hospitales, cárceles y centros de trabajo. Entra también en cada uno de nosotros: En ti que estas enfermo; en ti que lloras la muerte de un ser querido o de un amigo entrañable; en ti que has perdido tu trabajo y sufres el desempleo; en ti que estas encarcelado, o vives en la angustia, la incertidumbre, y en la duda sobre tu futuro; en ti que estas esclavizado a algún vicio o pecado. Sí, Jesús entra hoy a nuestras ciudades y pueblos, pero sobre todo a nuestros corazones, para identificarse con nuestro sufrimiento, y darnos el consuelo de su amor misericordioso … Así como la gente de Jerusalén ponía sus mantos al paso de Jesús montado en un burrito o piajeno, como aquí decimos, pongamos también hoy a los pies de Jesús nuestros dolores y preocupaciones, nuestras oraciones y súplicas, con la seguridad que Él nos escuchará y ayudará. ¡No nos dejemos robar la esperanza! Si el Señor nos une ahora a una cruz como la suya, tengamos la seguridad que nos unirá también a una resurrección como la suya”.