Anyela Campos y sus amigas, cantan una canción en su lengua asháninka, y buscan revalorar la cultura, la salud y el deporte con la práctica, por primera vez en su vida, del tenis de mesa en su comunidad, con al apoyo del programa “Impactando Vidas” de la Asociación Mónica Liyau y Pluspetrol.
Redacción
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La mirada de Anyela Campos es risueña y tiene 16 años; mientras está sentada en una banquita de su colegio de la comunidad nativa Gloriabamba (Satipo, Junín), ella sonríe cuando empieza a cantar versos tan asháninkas como la sangre que lleva; sus amigas se sientan a su lado, vuelven a reír y terminan la canción:
Oshero oshero oshero pamenakiatakena
Chorampa pijime yantanakari Narori
Pijitake tekatsi nonampirejaniki
Chorampa pijime yantanakari
Narori…
La canción trata sobre un cangrejo (oshero) enamorado de una “cangreja” en un rincón de la Amazonía. Ellas buscan, la vida en Gloriabamba, un pueblito asháninka de unas 500 personas en el corazón de la selva central, se levanta a orillas del río Pangá, que alimenta al río Perené, en pleno VRAEM.
Las familias nativas que allí habitan se dedican al cultivo del maíz, café, plátano o yuca en terrenos aledaños; no crían animales en sus casas, construidas de madera, barro y, algunas, con concreto armado. Sus calles son de tierra, y todas conllevan a una trocha que se une a la carretera hacia Puerto Prado o Mazamari.
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En medio del pueblo hay un extenso terreno de pasto para practicar al fútbol y vóley. Los niños y jóvenes, luego de la escuela, salen a jugar y socializar.
Pero desde hace unos meses han empezado a practicar el tenis de mesa por primera vez en su vida, impulsados por Pluspetrol, con la dirección técnica de la Asociación Mónica Liyau, que emprendieron el programa social de tenis de mesa “Impactando Vidas” para beneficiar a 6 mil alumnos de 9 colegios públicos de Junín.
Con su música, ellas también buscan revalorar su cultura en Gloriabamba y que se conozca por todo el Perú.