Especialistas advierten que el 30% de los fumadores potenciales son jóvenes que se concentran en colegios y universidades. Se estima que tienen entre 12 y 18 años de edad y que esperan la salida, al término de la jornada académica, para dar rienda suelta a este placer mortal.
Redacción
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El psiquiatra Carlos Vera explicó que los jóvenes más propensos a caer en esta adicción son aquellos que tienen baja autoestima, debido a una ausencia o falta de control de los padres, lo que los lleva a sentirse incapaces de decir no y ceden, fácilmente, a las presiones de las amistades.
En su opinión, muchos ya son fumadores desde la etapa escolar y llegan a la universidad con esa necesidad de tabaco. “Comenzaron por curiosidad y de un cigarro pasaron a fumarse una cajetilla por día”, expresó.
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Explicó que, en el inicio del consumo, han probado un cigarrillo por imitación de conductas, por el fácil acceso a un cigarrillo en casa, por influencia de un amigo o porque asocian esta conducta como un método para lidiar con el estrés, bajar de peso o estimular la creatividad, creencias que son totalmente falsas.
El especialista destacó, en este sentido, el rol que debe cumplir la familia, especialmente los padres, quienes tienen la responsabilidad de dialogar, controlar a sus hijos e identificar a tiempo comportamientos extraños que se relacionen con el consumo de cigarrillos o de otras sustancias.
Por otro lado, el neumólogo José Pineda aseveró que los pulmones de los fumadores adolescentes no logran desarrollarse por completo, exponiéndolos a enfermedades respiratorias desde edades tempranas
Además, comienzan a presentar resequedad en la piel, el cabello se quiebra y pierde brillo, aparece el mal aliento, existen problemas de respiración y virilidad, hay fatiga, ansiedad, hiperactividad, irritabilidad, falta de concentración, y muchas cosas más.
Como consecuencia, están condenados a sufrir accidentes cerebrovasculares en cualquier momento. Paralelamente, se acelera el envejecimiento y las probabilidades de padecer cualquier tipo de cáncer son muy altas.
Los más frecuentes son: cáncer al pulmón, a la laringe, al estómago, a la vejiga, al cuello uterino, al riñón, al páncreas, o enfermedades complicadas y deprimentes, tanto para el paciente como para el entorno familiar.