El piurano y ex futolista, Julio «Pincel» García Mezones, escribió en su blog personal unas líneas dedicadas a Paolo Guerrero, quien en estos momentos atraviesa profesionalmente una difícil situación, luego de ser suspendido 14 meses.
Redacción
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Consternado aún por la sanción a Paolo, hoy por la mañana medité mucho si compartir o no una información publicada el día de ayer en Twitter.
Esta mencionaba la posición de FIFPRO (Organización mundial de futbolistas agremiados) ante la injusta sanción a nuestro capitán. En ella se solicitaba -si mal no recuerdo-, una reunión de urgencia a la FIFA para tratar aquella medida.
Entiendo que tal vez sea un manotazo de ahogado, pero entiendo también que como ente rector de este deporte a nivel mundial, a la FIFA también le afecta la posición o disconformidad de los futbolistas, representados por FIFPRO.
Así es que para mi, es una luz de esperanza, mínima pero existente, y motivado más por esa ilusión que por las reales probabilidades, decidí compatirla en mis redes sociales.
Pero acá viene el motivo del post, y es que no faltaron los comentarios a favor y en contra de esa publicación -los cuales respeto-, pero hubo uno que me sacó de quicio: “Eso ya está definido, NO VENDAS HUMO”, era lo que decía.
Ese comentario provocó en mi más que indignación, un deja vú , haciéndome retroceder en el tiempo y dejándome nuevamente postrado en una cama del hospital Regional de Piura. Allí vi a los médicos debatiendo sobre mi estado, todos de acuerdo en que lo mío era cuestión de horas, que mi muerte estaba decretada.
Luego, como no me moría y los exámenes arrojaban mucho daño en mi columna y pulmón, estaban todos de acuerdo en que si vivía quedaría cuadripléjico y que debían operarme para estabilizar mi cuello, y en caso sobreviva a la intervención, quedar siquiera con la posibilidad de mover la cabeza.
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Pero mis padres se resistieron a creer, y ayudados por mis familiares, se rebelaron y aferraron a la única posibilidad que apareció. Esta fue la de un médico amigo de mi prima Sandra, que de vacaciones en Morropón, al ser consultado y luego de ver las tomografías, les dijo que había una luz de esperanza.
Gracias a esa luz de esperanza, en la que nadie creía, evitaron que me maten en Piura, me llevaron en Chárter a Lima y luego de delicadas operaciones -llevadas a cabo por el mismo médico que creyó en mi-, me salvaron la vida, pudiendo mover los brazos incluso.
Lo más probable es que mi vida se hubiese perdido, que mi luz se hubiese apagado. Pero no fue así, por la rebeldía de mis padres y familiares, pero sobre todo, por mi corazón y mis ganas de vivir.
Lucha Paolo, pelea cualquier posibilidad que aparezca, y si no aparece, búscala o créala, pero no te des por vencido, que no es solo tu sueño, es el sueño de 33 millones de peruanos el verte como capitán de nuestra selección; y no te preocupes que yo seguiré vendiendo humo con la esperanza de contagiar de optimismo a más compatriotas.